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No perder el control
En todas las actuaciones propuestas a los padres para una correcta educación de sus hijos hay una constante: mantener la calma ante los conflictos, no perder el control.
Muchos padres se ven incapaces de conservar esa tranquilidad tras hora y media de gritos y después de esos días en que el niño se levanta con «el pie izquierdo», cosa completamente comprensible, por otra parte.
Tampoco nadie mantiene un mismo estado de ánimo de manera continua; las circunstancias hacen que unos días tengas más paciencia y tranquilidad para enfrentarse a los conflictos cotidianos que otros. Tu hijo tendrá que aprender esto y lo hará si tú se lo cuentas; si has tenido un día duro de trabajo y cuando llegas a casa te encuentras la primera trifulca, puedes avisar a tu hijo: «Hoy vengo muy cansado».
Pero como todos nos equivocamos, tú puedes tener un día de éstos y perder los estribos.
¿Qué hago para evitar perder el control?
Seguro que vas notando cómo tu enfado aumenta por momentos, te vas sintiendo cada vez más y más enfadado. Ése es el momento, no hay que esperar a dar los primeros gritos, has identificado esa señal que te recuerda: «Vete de aquí o terminarás gritando». Sal de la escena.
Retírate, toma distancia e invierte un tiempo en pensar cómo vas a resolver la situación. Si estás acompañado en casa, puedes pedir a tu pareja que te releve mientras te das una vuelta. Si estás solo, intenta ir a un sitio apartado del conflicto. En el momento en que te encuentres allí trata de relajarte. Para ello puedes:
- Apretar los puños, contar hasta diez y soltarlos lentamente mientras dejas que tu cuerpo se relaje.
- Inspira profundamente aguantando la respiración mientras cuentas hasta diez. Suelta todo el aire poco a poco, y deja que tu cuerpo se vaya relajando.
- Respirar contando de diez a cero en cada respiración, dejando que tu cuerpo se relaje más y más en cada paso.
- Imaginar una escena agradable y relajante para ti (tomando el Sol en la playa, caminado por el campo…) y experimentar todas las sensaciones que la situación genere.
Acompaña estos ejercicios para calmarte con algún pensamiento similar a: «Es normal que mi hijo se enfade cuando le pido que haga algo y no le gusta, puedo mantenerme firme y calmado para resolver con éxito el conflicto». Una vez que haya transcurrido un tiempo y te encuentres más tranquilo dirígete a él, y con un tono más bajo de lo habitual y hablando muy despacio repítele la orden, luego retírate de la situación y busca una tarea que hacer.
«Si, si, pero… si me voy a otra habitación mi hijo viene detrás y se pone a dar patadas a la puerta, entonces ¿Qué hago?». Es bastante frecuente. Su objetivo es que lo atiendas y si te vas… no lo consigue. Así que va detrás de tí para enseñarte y recordarte que está enfadado. En ese momento únicamente repítele: «Cuando dejes de dar patadas a la puerta, hablamos», y sigue con tu intento de calmarte.
Los niños pueden llegar a ser muy insistentes cuando quieren algo e invertir todas las estrategias que tienen a mano para conseguirlo. Estas estrategias varían con la edad. Tú mantente en tus trece, por mucho que tu hijo te diga, te cambie de tema, te pregunte cuándo podrá hacer tal cosa, recuerda que tu objetivo es calmarte para resolver después.
Una buena forma para que desistan en su actitud es convertirte en algo así como un disco rayado, entonces, sea cual sea su argumentación, tu respuesta será la misma: «Entiendo que te enfades, pero no puedes hacer «tal cosa» hasta después de comer». Él se irá malhumorado y tú podrás volver relajarte.
No perder el control.
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