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Piensa en tus padres
Piensa en tus padres
Se realista y muestra gratitud, afecto y respeto por ellos. Nunca encontrarás a nadie que esté a tu lado de manera tan incondicional; muchas veces en contra de sus propios sentimientos, velando por el bien mayor de tu educación. En el fondo, y si lo piensas bien, no te piden tanto a cambio de lo muchísimo que te dan; ahora ya tienes edad para que ofrezcas antes de que te pidan. Anticípate.
¿Qué quieren realmente? ¿Tan difícil y costoso resulta para ti dar lo que te piden? Piensa en esto: es fundamental llegar a un equilibrio entre lo que se recibe y lo que se da.
No pretendas que tus padres sean tus amigos, si lo pretenden ellos, estaréis equivocados todos.
Tus padres no son tus amigos. Son tus educadores.
No están obligados a darte todo lo que les pidas y tendrán que enseñarte que el mundo no te pertenece.
Tus padres deben procurarte una educación ética o espiritual y no esperar a que seas mayor para que decidas. Decidirás mejor si tienes un punto de referencia, aunque éste no se enmarque en ninguna doctrina.
Están obligados a prohibir que digas palabrotas o insultes o te rías de los demás. Un amigo tal vez te lo permitiría.
Te regañará y te dirá lo que está mal sin humillarte. Si te humilla, tenéis un problema.
Tus padres no están obligados a recoger todo lo dejes tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes… Si te lo han hecho siempre te habrás acostumbrado, pero esto no es una excusa para eludir tus responsabilidades. Ahora ya no eres un niño.
Deben procurar que tu mente no se llene de basura a partir de un mundo en el que circula tanta información gráfica y escrita. Tus padres deben fomentar tu sentido crítico ante la realidad.
Tus padres no deben mofarse de los gustos y preferencias (musicales, cinematográficas, etc.) que puedas tener (tampoco debes mofarte tú de los suyos), pero están obligados a llamar tu atención sobre la calidad de los mismos.
Entre tus padres no debe haber discusiones acaloradas y faltas de respeto en presencia tuya. Si lo hacen, tenéis un problema.
Tus padres no están obligados a darte dinero. Están obligados a enseñarte que para tenerlo es necesario trabajar.
No deben satisfacer todos tus deseos, caprichos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad son formas sanas para afrontar las frustraciones. Deben enseñarte a distinguir entre deseo y necesidad.
Tus padres no están obligados a adivinar tus gustos o tus ideas, ni a soportar tus enfados ante un «No» o ante las pequeñas frustraciones del día a día. Sí están obligados a razonar la negativa y a huir de conflictos innecesarios. Saber perder es muy educativo para la vida real. Saber ganar también.
Un padre no debe pegar a su hijo. Si lo hace está legitimando la violencia como fórmula para solucionar conflictos. Si tu padre te agrede busca ayuda en personas próximas y/o llama a un teléfono de atención al maltrato (016 en España) ó 116 111 (Atención al Menor en Catalunya).
Tus padres sabrán ponerse en su lugar (y no salir en defensa tuya de entrada) ante cualquier conflicto que tengas con tus profesores, amigos y vecinos.
Procurarán que pienses en las consecuencias de tus actos y lleves una vida sana en la que te hagas el menor daño posible, aceptando que es necesaria la tristeza para disfrutar de la alegría.
Piensa en tus padres; en lo mucho que se han esforzado, se esfuerzan y se esforzarán para facilitarte vivir en el mundo en el que te ha tocado vivir. Este esfuerzo es su manera de expresar todo el amor que te tienen. Es su responsabilidad velar por tu educación.
Te habrás hecho mayor el día en que tengas el sentimiento de ejercer de «padre de tus padres», porque los tratarás como si fueran tus hijos. Ese día, tal vez lejano para ti, llegará. Desde ahora y hasta entonces, respeto.
Recuerda esto: el respecto es la base del cariño. Respeta a tus padres.
Piensa en tus padres.
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