16 / 04 / 2024

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No consigo que mi hijo tome sólidos

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NO QUIERE COMER SÓLIDOS

No consigo que mi hijo tome sólidos

Éste resulta un motivo frecuente de queja entre los padres y suele ir acompañado de sentimientos de frustración y angustia.

Contrasta esta circunstancia y busca consejo con el pediatra. Si tu hijo se mantiene dentro de los parámetros de peso esperables para su edad no deberías angustiarte.

Ten en cuanta que el conflicto con el alimento sólido tiene bastante que ver con los hitos madurativos en la alimentación de los niños y escasamente con nuestra capacidad educadora. Conocer estos hitos madurativos te ayudará.

Lo primero que nos preguntamos los padres es ¿en qué habré errado? y muchas veces es «en nada». Sencillamente ocurre que en ocasiones queremos ser tan eficientes como progenitores que asfixiamos los impulsos primitivos de nuestros pequeños.

Introducir alimentos consistentes antes de los l4 meses es imposible por el reflejo de extrusión que empuja el sólido con la lengua hacia fuera. Si forzamos la situación el pequeño acaba haciendo un reflejo condicionado asociando los purés con algo desagradable y esa sensación le acompañará durante los siguientes meses dificultando la normal introducción de papillas, y más tarde de alimentos complejos. Por otra parte el reflejo de masticación aparece  entre el séptimo y el noveno mes. Aunque no disponga de dientes debemos favorecer su instinto ofreciéndole alimentos poco consistentes como pan o galletas que puede reblandecer con las encías. Si nos demoramos demasiado, el bebé no mostrará ningún interés hacia todo lo que no sea líquido una vez rebasada esa fase.

La solución a estas situaciones debe establecerse de forma individualizada, se fundamenta en la reeducación de las normas mal aprendidas y será tanto más fácil cuanto más pequeño sea el niño. Pero el pequeño debe sentirlo, no como una invasión del espacio, sino más bien como una colonización y permitirle que coma exclusivamente cuando manifieste un sincero apetito en una atmósfera de calma. Algunos padres objetarán que eso no ocurre nunca, que su niño es incapaz de sentirse hambriento, pero no es así; en primer lugar lo que debemos hacer es recortar aquellos elementos que interfieren con el hambre como son los «zumitos», las golosinas, las bolsas de aperitivos, las bebidas gasificadas, etc.

Otro punto importante es el análisis de las texturas; debemos pasar progresivamente de los líquidos a los purés grumosos, y de éstos a los tropezones. Así pues, intentaremos darle la comida, no triturada, sino machacada con el tenedor. Cuando se acostumbre, añadiremos elementos desmenuzados como virutas de pescado o de pollo. También podemos aprovechar esa especial apetencia infantil por elementos sólidos que se deshacen en la boca («gusanitos» o las patatas fritas (de bolsa) en un intento de potenciar el hábito y evitar el rechazo de todo lo consistente. En cuanto hayamos conseguidos nuestro objetivo prescindiremos de esos elementos que sólo aportan calorías vacías, demasiada sal y grasas saturadas.

Si el pequeño no demuestra apetito retiraremos el plato pasados treinta minutos con el comentario: «- Mamá no desea obligarte a hacer algo que tu no quieras, a mi también me ocurre que en ocasiones no tengo apetito a la hora de la comida. No te preocupes si no tienes hambre ahora; cuando la tenga me lo dices y mamá te calentará de nuevo el plato». El niño debe percibir en el contexto una madre comprensiva, no represiva. Ni un solo reproche más. Tampoco le penalizaremos luego con un alimento frio.

No te preocupes porque se rompa el horario o se salte una toma, reeducar su instinto lleva inherente grandes transformaciones, y en todo caso es mejor que coma bien tres comidas antes que deplorablemente cinco.

Lo que debemos evitar es darle elementos sustitutivos más cómodos como el biberón o la papilla. Puede ocurrir que el niño se sacie o se canse de masticar precozmente durante los primeros días, dejando buena parte de la ración. Lo compensaremos entonces con un postre nutritivo como un yogur al que añadimos una cucharada de cereales, pasas o (si ha superado los 18 meses) un puñadito de almendras machacadas. Cuidado, comer postre, pero no como alternativa.

Tampoco le persigas por toda la casa, él debe asociar que la comida se hace sentado en una silla y con el plato delante hasta que se convierta en uno de los rituales que le ayudan a concebir e identificar su pequeño universo. La vida le irá enseñando que comer es un acto social en el que se comparte algo más que alimentos y comerá solo cuando le toque. Tu función como padre es, entre otras muchas, que sepa alimentarse de forma autónoma, en compañía o solo, y lo haga de forma saludable.

Dos libros interesantes y prácticos:

Niños a comer. Julián Lirio Ed. Espasa Práctico 2003

Mi niño no me come. Carlos González Ed Ser Padres  2002


 No consigo que mi hijo tome sólidos

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