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Sobreprotección y agresividad infantil
Sobreprotección y agresividad infantil
Es natural querer proteger. Lo hacemos instintivamente. Pero abusar de la protección se convierte en un enemigo para la educación de nuestros hijos.
La protección excesiva (sobreprotección) impide el desarrollo de la autonomía y la asunción de responsabilidades. Es necesario que el niño aprenda a enfrentarse y superar sus fracasos, por lo que, evitarle que se equivoque no ayudará a hacerlo más resiliente.
También se pueden producir conductas agresivas durante la infancia en niños especialmente sobreprotegidos.
La sobreprotección se da cuando los padres están demasiado pendientes de lo que el niño hace, atemorizados por la posibilidad de que le pueda ocurrir alguna desgracia, y pendientes de satisfacer la mayoría de sus caprichos.
En estos casos no se dan las circunstancias de la privación afectiva, sino todo lo contrario: las conductas agresivas surgen como consecuencia de la intolerancia a las frustraciones que, inevitablemente, van surgiendo, pudiéndose configurar también en estos casos una personalidad psicopática.
Otros trastornos psicopatológicos pueden dar lugar también a conductas agresivas durante la infancia, como las deficiencias intelectuales (oligofrenias) o bien las denominadas cromosomopatías, es decir, las alteraciones en la configuración genética de los cromosomas, que se advierten desde el nacimiento, siendo las más comunes las denominadas síndrome de Turner y síndrome de Klinefelter. La trisomía XYY por la cual existe un cromosoma «Y» supernumerario, también favorece los comportamientos agresivos desde la misma infancia, al igual que otras enfermedades, como la epilepsia, o trastornos como el negativista desafiante (TND), el síndrome de alcoholismo fetal (SAF) o los trastornos de comportamiento (TC).
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