19 / 04 / 2024

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El desarrollo emocional, lingüístico y cognitivo entre los 2 y los 3 meses

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El desarrollo emocional, lingüístico y cognitivo entre los 2 y los 3 meses. 

Cuando tenga dos meses tu hijo se pasará la mayor parte del tiempo observando y escuchando a la gente que le rodea. Aprenderá que los demás lo entretienen y lo tranquilizan, lo alimentan y le ayudan a sentirse a gusto.  Se sentirá bien cuando le sonrían y parecerá saber que él también puede sonreír a los demás. Durante el primer mes habrá experimentado con su rostro haciendo muecas, durante el segundo estos movimientos se convertirán en verdaderas expresiones faciales.

¿Has visto ya su primera sonrisa verdadera?

Cuando lo haga será un punto culminante entre tu y tu hijo. De repente te parecerá que todas las noches en vela y tanto caos del principio merecen la pena. Harás todo lo posible por seguir cosechando esas sonrisas. Por su parte, tu hijo descubrirá que, sólo moviendo los labios, puede mantener «conversaciones», ya que, al sonreír, consigue captar todavía más la atención de los demás y sentirse mayor.

Al principio tu hijo parecía sonreirle al vacío, como si te traspasará, sin mirarte a los ojos. Mirar hacia otro lado le confiere cierto control y, al hacerlo, evita sentirse abrumado por ti. Es su forma de tener una visión de conjunto sin «focalizarse» demasiado en sus ojos. De este modo, puede fijarse al mismo tiempo en tu expresión facial, el sonido de tu voz, el calor de tu cuerpo y la forma que tienes de cogerlo. A medida que os vayáis conociendo, tu hijo cada vez te mirará más a los ojos.

Cuando cumpla tres meses, tu hijo se convertirá en el maestro de las sonrisas. A veces, empezará una «conversación» dirigiéndole una amplia sonrisa y emitiendo ruiditos para captar tu atención. Otras veces, se limitará a estar al acecho, observando su rostro hasta que le dediques la primera sonrisa para devolvértela después con entusiasmo. Todo su cuerpo participará en estos diálogos. Sus manos se abrirán completamente, sus brazos  se elevarán en el aire y moverá brazos y piernas al unísono al ritmo de su voz. Sus expresiones faciales también serán un reflejo de las tuyas.

Por supuesto, tu hijo no se comportará igual con todo el mundo. Como lo adultos, lo bebés prefieren ciertas personas a otras. Y sus adultos favoritos serán, lógicamente, sus padres. Al rededor del tercer o cuarto mes, tu hijo empezará a interesarse por otros niños. Si tiene algún hermano, verá como se gira hacia él cuando éste empiece a hablarle. Si oye voces de niños procedentes de la calle o de la televisión, es posible que se orienta hacia esas voces para ver de dónde vienen.

Los abuelos o los canguros conocidos pueden recibir al principio una sonrisa dubitativa, que irá seguida de gorjeos y movimientos de habla corporal cuando lleven un rato jugando con él. Contrariamente, los desconocidos cosecharán, como mucho, una mirada de curiosidad o un esbozo de sonrisa. Esta selectividad sugiere que, incluso siendo tan pequeño, tu hijo está empezando a categorizar quién es quién en su vida.

Es posible que este «toma y daca» no verbal parezca un juego, pero estos intercambios iniciales desempeñan un papel muy importante en el desarrollo emocional y social de tu hijo. Si tu respondes con rapidez y entusiasmo a sus sonrisas y te implicas en este tipo de «conversaciones» con él, le transmitirá que es alguien importante, que puede confiar en ti y que, aún siendo tan pequeñito, puede ejercer un control sobre su entorno. Reconociendo estas pistas y evitando interrumpirlo o ignorarlo cuando «le hable», también le demostrarás que lo valoras y te interesas en saber cómo se siente.

A medida que tu hijo vaya creciendo, su forma de comunicarse contigo variará en función de sus deseos y necesidades. En el día a día te darás cuenta que tu hijo tiene tres niveles  generales de necesidad:

1. Cuando sus necesidades son apremiantes (por ejemplo, tenga mucha hambre o le duela algo) te lo hará saber a su modo: gritando, gimiendo o utilizando un lenguaje corporal extremo.

2. Cuando tu hijo esté durmiendo apaciblemente, o cuando esté despierto y entreteniéndose solopodrás tener la seguridad de que, en ese momento, tiene todas sus necesidades satisfechas. Los momentos en los que juega solo son magníficas oportunidades para observar cómo está adquiriendo nuevas habilidades, tales como alcanzar y coger cosas, seguir el movimiento con la mirada o manipular objetos.

3. Cada día tu hijo tendrá momentos en que, a pesar de tener cubiertas sus necesidades básicas, seguirá estando inquieto e intranquilo. Puede transmitírtelo con un quejido, moviéndose agitadamente o teniendo estallidos de actividad desenfrenada entre períodos de calma. Es probable que ni siquiera él sepa qué es lo que le pasa, pero es posible que algunas de las siguientes actividades te permitan calmarlo: jugar con él, hablarle, cantarle, arrullarlo o pasearlo, cambiarlo de postura o simplemente dejarle que «saque sus nervios». También es posible que, aunque una respuesta determinada parezca que lo calma momentáneamente, enseguida vuelva a mostrarse incluso más intranquilo que antes de reclamar tu atención. El círculo puede no romperse nunca a menos que lo dejes llorar durante un rato o lo distraigas haciendo algo distinto, por ejemplo, sacarlo de casa o alimentarlo. Por muy agotadoras que parezcan estas experiencias, os darán, a ti y a tu hijo, la oportunidad de conoceros mutuamente. Gracias a ellas, descubrirás cómo le gusta a tu hijo que lo acunen, qué expresiones faciales o voces le divierten más y qué es lo que más le gusta mirar.

Con el tiempo, los períodos de necesidades acuciantes irán disminuyendo y tu hijo será capaz de distraerse a sí mismo durante lapsos de tiempo cada vez más largos. Esto se deberá , en parte, a que tú habrás aprendido a anticipar y a colmar muchas de sus necesidades antes de que se sienta incómodo. Así mismo, el sistema nervioso del bebé irá madurando y, por lo tanto, cada vez sabrá hacer más cosas para afrontar la inquietud sin tener que reclamar tu atención. Conforme vaya teniendo controlado más su cuerpo, podrá tener más cosas para distraerse a sí mismo y experimentará menos frustraciones.

Los periodos de intranquilidad no desaparecerán de golpe, pero, a medida que tu hijo vaya haciéndose más activo, le resultará más fácil entretenerse solo. Al final, deberá aprender a superar estos momentos de inquietud él solo.

Durante los primeros meses no temas «malcriar» a tu hijo. Obsérvalo atentamente y reacciona con prontitud cuando te necesite. Es posible que no siempre consigas tranquilizarlo, pero demostrándole que te preocupas por él no le harás ningún daño. De hecho, durante los primeros seis meses de vida, cuanto antes intentes tranquilizarlo cuando se muestre inquieto, menos reclamará tu atención cuando sea mayor. A esta edad, tu hijo necesita sentirse seguro y poder confiar en ti. Ayudándole a adquirir esa sensación de seguridad en una etapa tan temprana del desarrollo, estarás sentando las bases de una confianza que permitirá que tu hijo vaya separándose progresivamente de ti y se convierta en una persona fuerte e independiente.


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