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Corregir a un adolescente
Hay que saber elegir el momento para corregir o aconsejar, que ha de ser cuanto antes, pero siempre esperando a estar los dos tranquilos para hablar y tranquilos para escuchar: si uno está aún nervioso o afectado por un enfado, quizá sea mejor esperar un poco más, porque de lo contrario probablemente se estropeen más las cosas en vez de arreglarse. Corregir sí, pero siempre poniéndose antes en un lugar, haciéndose cargo de sus circunstancias, procurando, como dice el refrán, calzar un mes sus zapatos antes de juzgar.
Procura fijarte más en los valores positivos. Y al observar sus defectos, o lo que te parece a ti que son defectos, piensa si no los hay -esos mimos defectos- también en tu vida.
No debes olvidar que -no se sabe en virtud de qué misteriosa tendencia- todos solemos proyectar en los demás nuestros propios defectos.
No pierdas la paciencia. Cuando pienses cosas como: «- Le he dicho por lo menos cuarenta veces que… y no hay manera», no dejes de preguntarte si quizá también tú te has propuesto cuarenta veces muchas cosas que luego no has logrado hacer.
Esto no quiere decir que no debamos exigir y corregir porque nosotros no seamos perfectos. Pero cuando alguien es consciente de sus propios defectos, la tarea de educar se percibe casi como una tarea de compañerismo: se celebra el triunfo del otro y se sabe disculpar y disimular la derrota, porque se confía en que le llegarán también tiempos de victoria.
Sé prudente antes de juzgar o corregir: recuerda aquello de que «el bien debe ser supuesto, el mal debe ser probado».
Para que la corrección sea eficaz, es preciso lograr previamente un clima de confianza. A veces somos rígidos y distantes porque estamos inseguros, porque no nos lanzamos a educar es la confianza, y no debe olvidarse que la confianza es un gran valor en la educación.
… y actuar.
Plantea en una tertulia familiar cómo podríais lograr una mayor fluidez en la corrección, de manera que os podáis decir unos a otros con cierta normalidad las cosas que os molestan. No dejes de explicar que los agravios o los enfados no deben quedarse dentro del corazón, porque ahí se pudren; y que es preciso saber perdonar y dar un voto de confianza a todos: el verdadero perdón es siempre generoso en conceder oportunidades de enmendarse.
Corregir a un adolescente. ATENCIÓN PSICOLÓGICA Y EDUCATIVA A DOMICILIO en Terrassa, Sabadell, Sant Cugat, Cerdanyola, Barcelona.