24 / 04 / 2024

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Hablemos de sexo

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HABLEMOS DE SEXO

Hablemos de sexo

Hablar de sexo es considerar que hablamos de una parte muy importante de la vida de la persona, ya que constituye un factor relevante de la propia imagen, de la valoración del cuerpo (elemento clave de la persona) y de las relaciones afectivas.

La primera cosa que tenemos que pensar es que nacemos sexuados. La forma como se viva el sexo es diferente en cada edad, pero no tenemos que creer que hemos de esperar a la adolescencia para hablar.

Deberemos considerar y diferenciar, en el proceso educativo y en nuestra comunicación con los hijos, que la educación sexual implica hablar previamente y de forma muy clara del descubrimiento del propio cuerpo, de la sensualidad, de las zonas de placer y de los sentimientos y las emociones relacionadas con la propia sexualidad. Conforme vaya creciendo hablaremos también de la importancia del sexo en las relaciones de pareja (respeto, sentimientos, deseos del otro…).

El juego corporal tendrá un espacio importante en las experiencia que tenga el niño. La higiene y otras actividades diarias le permitirán darse cuenta de las reacciones y sensaciones del cuerpo que, posteriormente, buscará de forma intencionada y, en muchos momentos, las compartirá. La actitud y respuesta de los adultos será clave para poder entender, de forma adecuada, que es una parte positiva de la persona y que, en ningún caso, hay problema. Ver la masturbación infantil no debe llevarnos a pensar que hay problemas y que se debe «cortar». Sí que tendremos que velar para que no sea una forma compensadora de otras carencias.

Planteamos el descubrimiento del placer corporal como una fuente básica para la valoración del propio cuerpo y, en un futuro, como factor clave para compartir con la pareja y potenciar la comunicación y la sexualidad afectiva.

Conforme crecen los niños quieren conocer el proceso de la procreación y el papel de cada adulto. Informaciones sobre el origen de la vida, cómo se produce el embarazo o cómo nacen los bebés son intereses que surgen en la etapa que corresponde a la educación infantil.

Las respuestas deben ser naturales, como natural es el proceso. Las preguntas frecuentemente serán directas: «¿Por dónde entran?» «¿Por dónde salen?». La curiosidad en los pequeños es muy grande pero no por eso malintencionada, ni precoz ni inadecuada. Parece evidente que tenemos que esperar a que se produzcan estas preguntas y, si no, aprovechar cualquier nacimiento para hablar del tema, de una manera amplia y general.

Nuestra propia actitud dará lugar a una implicación u otra y los temores que podemos arrastrar nos llevan, frecuentemente, a dar respuestas falsas que después tendremos trabajo para reconducir.

Si la pregunta te sorprende le puedes decir que ahora estás ocupado con otro asunto y que, en casa o por la tarde, se lo explicarás. Cumple con la promesa.

A veces, la manera en como se plantea la preguntar nos puede sorprender:«¿Cómo lo hacéis?» «¿A qué hora?» «¿Cuántas veces?». No pensemos que nos provoca o quiere conocer detalles de nuestras relaciones. Le debemos dar información y garantizar que ha  entendido que, además de la parte corporal, existe el afecto que comporta estimar a la otra persona y que este factor no debe faltar nunca.

Este enfoque necesita poder hablar de forma tranquila, desde pequeños y sin mentiras ni engaños. Aunque es un tema del que siempre han oído comentarios, frecuentemente tienen informaciones distorsionadas, cosa que comporta grandes riesgos. Hace falta más que nunca una educación clara.

La curiosidad que los niños sienten y las preguntas directas de las primeras edades, puede no reaparecer más adelante. Normalmente no lo hace. No podemos desaprovechar ninguna de las posibilidades de ampliar las informaciones, como lo hacemos con otras cuestiones. No se trata de darle más información de las necesarias, sino de estar atentos y sacar el tema, aprovechando cualquier acontecimiento familiar o social, para volver a comentarlo de forma espontanea, y mostrar que es una cuestión de la que se debe hablar. No tiene sentido la idea de que vamos a inducirlos y a precipitar sus relaciones sexuales. La ignorancia no es una buena compañera de viaje.

La manera natural de hablar no fomenta el inicio de las relaciones, sino que pone las bases de la comunicación y es un factor preventivo para que, cuando se den, sean de manera adecuada, con conocimiento y de forma positiva, para evitar que las primeras experiencias sean traumáticas, cosa que podría repercutir a largo plazo.

Igualmente, hablar de las diferentes tendencias sexuales no implica un riesgo de introducir una tendencia u otra. El conocimiento y el respeto favorecen unas actitudes positivas y de respeto hacia uno mismo y los demás, y a la vez, posibilita hablar de ello, preguntar y favorece un mayor conocimiento. Nunca la información provoca problemas, especialmente si se da por los padres y de una forma clara y serena.

Ya en la adolescencia se tendría que hablar de las formas de iniciar las relaciones, los enamoramientos, muy frecuentes a estas edades. No se puede generalizar. Los besos, las caricias y los múltiples detalles que deben configurar el clima afectivo son aspectos que con frecuencia son olvidados, y se cree que las relaciones afectivo-sexuales se dan, sólo, a través de los órganos sexuales.

¿Cómo educamos el respeto en las relaciones sexuales?


Hablemos de sexo.

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